Biofilmografía

Víctor Erice estudió en Madrid, en la Escuela Oficial de Cinematografía (EOC), diplomándose en la especialidad de Dirección Cinematográfica en 1963. Durante un tiempo trabajó como guionista; después, como realizador de películas publicitarias.

En 1969 hizo su debut como director profesional filmando uno de los tres episodios de «Los desafíos». En 1973 rueda su primer largometraje, «El espíritu de la colmena», premiado con la Concha de Oro en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián. En 1983 dirigió «El sur», obra inacabada. 1992 fue el año de «El sol del membrillo», realizada en colaboración con el pintor Antonio López, y presentada en el Festival de Cine de Cannes, donde obtuvo el Premio del Jurado y el de la Crítica Internacional (FIPRESCI).

A partir de 1995 asumió la tarea de adaptar al cine la novela de Juan Marsé «El embrujo de Shanghai». Llegó incluso a preparar el rodaje, pero, interrumpido por el productor, el proyecto se frustró definitivamente en marzo de 1999.

En 2002 rodó «Alumbramiento», episodio de «Ten Minutes Older: The Trumpet», largometraje en el que intervienen una serie de destacados directores internacionales. En 2005, atendiendo a una solicitud del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona, y en el contexto de la Exposición “Erice-Kiarostami: Correspondencias”, inició la realización en vídeo de una serie de cortometrajes bajo el título de «Cartas a Abbas Kiarostami». Con el mismo motivo, en diciembre de 2005 escribió y dirigió «La Morte Rouge», en la cual evoca la primera experiencia de un niño de postguerra como espectador de cine. Simultáneamente, llevó a cabo una Instalación destinada a los museos, basada en varios cuadros de Antonio López, bajo el título «Fragor del mundo, silencio de la pintura». En este tiempo, de forma discontinua, ha trabajado también en una serie documental titulada «Memoria y Sueño».

En el año 2011 rueda «Ana, tres minutos», episodio del largometraje internacional «A sense of home», promovido por la cineasta japonesa Naomi Kawase. En 2012 realiza en Portugal «Vidros partidos»(«Cristales rotos»), que forma parte del largometraje «Centro histórico», en el cual participan también, como directores, Manoel de Oliveira, Pedro Costa, y Aki Kaurismaki. En el 2018 produce y dirige un cortometraje, “Plegaria”, basado en las fotografías que ha ido tomando a lo largo del tiempo en un mismo lugar. En noviembre de 2019 presenta en el Museo de Bellas Artes de Bilbao su útimo trabajo: la videoinstalación “Piedra y cielo”.

Labor crítica y docente

Víctor Erice ha desempeñado, a partir sobre todo de los años 1990, una labor docente en forma de curso, seminario y taller: un modo de prolongar su experiencia como director en un acto de transmisión, y a la vez continuar ahondando en su reflexión sobre el cine. Dicha reflexión, desarrollada por lo general a través de la escritura, tuvo su inicio al comienzo de los años 1960, cuando entró a formar parte del Consejo de Redacción de la revista «Nuestro Cine». Desde esa lejana fecha hasta hoy, sus artículos en periódicos, revistas y libros han sido frecuentes. Colaborador de la revista francesa «Trafic», ha dado conferencias y lecciones en muy diversos lugares de España y el extranjero. Igualmente ha dirigido talleres de carácter esencialmente práctico, centrados en los procesos de escritura, filmación y montaje. El último de los mismos tuvo lugar en Sarajevo, en la Film Factory del cineasta Béla Tarr.

Sobre los cursos y talleres

Los cursos y talleres están abiertos a la participación de todas aquellas personas interesadas por el cine en particular y el mundo de la imagen en general desde su condición de aficionados, estudiantes o profesionales en vías de formación.

Se llevarán a cabo recurriendo en parte a la proyección y comentario de películas especialmente seleccionadas para la ocasión; también en forma de taller de carácter esencialmente práctico, centrado en los procesos de escritura, filmación y montaje.

Dirigidos o coordinados, según los casos, por Víctor Erice, estarán abiertos a la participación futura -en su condición de iniciadores- de otros cineastas de trayectoria artística reconocida.

Todos los cursos se plantean como un lugar de encuentro con el ser vivo que constituye la obra cinematográfica observada a través del prisma que revela su naturaleza artística.

Cuando se habla del cine como arte se corre el riesgo de ser mal interpretado. En un tiempo de la sospecha como el actual, conviene precisar en lo posible la idea que late detrás de esta clase de reclamo. Desde luego, no están en ella incluídas las películas que persiguen el efecto artístico en la superficie de la imagen, en todo aquello que es propio de lo decorativo, lo ornamental y lo superfluo. Tampoco las que en sus argumentos hacen un uso prepotente de los grandes temas, ni las que desfilan revestidas con los ropajes de la moda audiovisual. En las películas que alcanzan la categoría de arte las ideas y las emociones brotan de sus imágenes y sonidos de una forma específica, que no se parece a ninguna otra. De ahí que sean siempre lo opuesto a las que exhiben un valor «artístico» añadido.

No se tratará aquí, en estos talleres, de una enseñanza que reduzca o minusvalore el alcance simbólico del arte, es decir, de una enseñanza en el sentido tradicional del término, como disciplina inscrita en un programa, como formulario o guía para todo dictada por especialistas. Entre otras cosas porque el arte es lo que resiste, aquello que nos permite descubrir la alteridad. No se enseña, sino que se encuentra.

Lugar de encuentro, por tanto, planteado en unas circunstancias donde la ruptura de la trama cultural entre generaciones es cada vez más evidente, pretende situarse al amparo de una pedagogía centrada en la creación tanto cuando se contemplan las películas como cuando se realizan. O lo que es igual: aprender a mirar, ver cine y hacerlo. Un movimiento que, en el orden general de las ideas, supone pasar de un lado a otro de esa frontera trazada en el aire entre lo Viejo y lo Nuevo, el Clasicismo y la Modernidad, el Documental y la Ficción, el Cine y el Audiovisual.

En los títulos de crédito de los talleres, me he presentado como «Director» un poco a regañadientes, como una manera de salir del paso: algo había que poner. La verdad es que me hubiera gustado presentarme como «pasador», un adjetivo -heredado del gran escritor de cine Serge Daney- cuyo uso suscitaría probablemente más de una extrañeza. Así que descarté la idea, pero, desde luego, no el modelo de actuación que hay detrás de esa figura. Intentaré asumirla en este trance como mejor sepa.

Víctor Erice

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